Pernoctando al caminar
Si los cayos hablasen no hubiese forma de callarlos. Los caminos andados han traido tantas experiencias que resulta casi imposible no pensarlas. Experiencias que no se comparten con todos, pero que todos los que llegaron a viejos en algún momento experimentaron. Las personas, los sueños, las ojotas, los compañeros del viaje han sido buenos. Tanto, que serán parte del viaje aun cuando ya no estén a tu lado. Quejas no caben, pero no todo ha sido color de rosa, pues hasta las rosas traen espinas que penetran y beben la hemoglobina como jugo fresco en verano. Van dejando cicatrices para la posteridad que sirven de mapa en la lucha constante. Esas rayas de tigre que nos hacen fuertes, son las mismas que nos recuerdan que alguna vez fuimos frágiles. Como los pétalos de esa rosa que tanto nos enseñó. Permitirse reconocer el pasado da energía para no temer al pernoctar en el camino. La seguridad de la experiencia es la armadura que protege al chiquillo interior, curioso e inmortal. El haberse ...