Décadas

El conflicto es real.
No hay forma de evitarlo. Si la hubiese ya lo sabríamos. Y hablo de mi, y hablo de muchos, porque muchos somos los que buscamos refugio en las artes. Un montón de pendejas y pendejos como yo. Como bestias con ovarios y cojones plateados en la selva de concreto.

Antes, eso de "por amor al arte" solía valer algo, pero yo conocí la frase en su decadencia. Alguien me dio del fruto y luego quemaron los árboles. Ahora que el fruto es escaso, muchos buscan de su jugo, pero pocos logran saborearlo. Mientras tanto otros claman tener las peras de oro, engañando ovejas con ignorancia y apatía, odio e hipocresía. Con razón el coronel no tenía pen-pal. Es difícil cuando todo es una pantalla.

Y veo a mis compañeros, veo los extremos a los que algunos se han visto llegar. Algunos para por lo menos ver desde la reja el concierto a lo lejos, otros... los pocos, se pierden pronto en el silencio de una masa iletrada. Como si "educar" terminase al aprender a leer y multiplicar. Como si la mente no fuese un músculo. Un pantano cultural y una laguna emocional sin control.

Debe ser incomodo, soñar y no lograr, esclavizarte para otro que te remplaza sin remordimiento, vivir silente. Yo no me aguanté según dice mi madre. Desde que supe usar mi mente, responder era una manera de cuestionar, comunicar era una herramienta para imaginar y crear con mis manos era experimentar esos mundos. Pero eso también trajo problemas. Entendí temprano muchas cosas y mis filtros eran muy permisivos, por no decir inexistentes. No gracias a eso, me vi con la necesidad de nuevas herramientas para la creación y expresión de mis demonios y mis paraísos.

Pero en los demás encontré inspiración. Vestirme de sus ideas para entender su proceso, su mente, su pasado y su presente. Allí vi lo variado del ser humano, pero también vi lo frágil, vi los límites y sus extrapolaciones. Vi un canvas infinito de inquietudes y aptitudes, perfecto para desarmar y re-acomodar a discreción. Jugué a crear historias...

Y jugué.
Y sigo jugando.
Y no dejaré de jugar.

Por que en mi locura hay un patrón claro de pasión, experimentación y repetición que no termina. Y con cada ciclo la satisfacción de completar un proyecto es mayor que cualquier experiencia en mi repertorio. En especial cuando son proyectos grandes que requieren de una estructura sólida y un proceso intenso. Son los mejores retos. Esos los tengo archivados en mi biblioteca mental.

Allí encontré un viejo manifiesto. En él vi verdades que siguen siéndolo y me sentí fuerte. Aunque terminó por desmoronarse entre mis manos, yo inhalé el conocimiento que sus versos ofrecían y su contenido fue procesado por mis neuronas, buscando no excitar mis emociones. Durante la educada interacción un fragmento me hizo detener la pensada y releer.

En varias ocasiones me han preguntado “Y tu ¿qué haces?” o “¿A qué te dedicas?”
Yo, quizás por vago, respondo “Artista”.

A veces se van con la duda, otras veces preguntan “Pero ¿qué tipo de artista?”
Y la verdad es que la lista puede ser un poco larga.

De niño me decían “El que mucho abarca, poco aprieta”.
Y yo bien blasfemo, decidí que eso no aplicaba a mi.

Pronto me vi tomando varios caminos en la vida, jugando con las opciones.
Y el arte se mantuvo fuerte entre mis prioridades.

Artes clásicas, plásticas, marciales, artesanales, gastronómicas son sólo algunas.
Y ninguna es menos importante.

Nada de lo que hago, lo hago a medias, pero envuelto en la pasión que me alimenta.
Y de no ser así prefiero no hacerlo.

No busco llamar la atención con mi nombre, pero si con mis piezas.
Y trabajo arduamente para que los frutos sean jugosos.

Mas nunca entendí la comercialización artística en este mundo capitalista.
Y eso me maltrata en el mercado y en el ego.

Pero sobretodo al entender el nivel de esclavitud que esta vida trae.
Y con mucho gusto, en mi opinión y parecer.

Es cierto. La vida del artista en el mercado capitalista es una esclavitud auto-impuesta ante el arte. En un mundo donde muchos creen que los artistas ganan millones, sólo porque los juguetes del capitalismo sí ganan millones, crea una inclinación drástica en contra de los artistas independientes en la balanza económica y social. También crea expectativas irreales dentro de los parámetros de lo posible. No se construye sobre el fango.

En una región donde la cultura se deprime, el artista muere entre sombras y vulgaridades. No se puede exigir entendimiento donde lo nuevo es inaudito y lo extraño es satánico. Como si no fuese suficiente con los estigmas, también hay que cargar con su culpabilidad teológica, que de lógica nada tiene. Ese enema sin consentimiento de ideologías y teorías sobre fantasmas que te quieren, pero sólo si cambias. Décadas de lo mismo y sin nociones de evolución.

Creo que ya, más que cansancio, es aceptación de que en el mundo existen clones en piloto automático buscando indoctrinarte con su narrativa. Y tienen clones para todos gustos y colores. Para que consumas, para que participes, para que los sigas, hasta eventualmente endiosarlos, así sea por 15 minutos, y luego olvidarlos y remplazarlos por uno nuevo. No todo es porque maduramos, a veces es porque decidimos.

Por eso no me interesa que me conozcan. Pero mis piezas... mis obras vivirán por generaciones después de mi, si la influencia bélica del ser humano no se manifiesta exageradamente como ha hecho en el pasado. La indiscriminada desconexión entre la gente y la educación es un camino peligroso para las artes a nivel sociocultural. Si a eso le agregamos la tendencia auto-destructiva del ser humano, ¿qué esperanza tiene el artista?

Décadas de lo mismo...

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